Por lo visto la industria del
cine es la única industria subvencionada con dinero público. Eso, o que quienes
sacan la cacería de las subvenciones cada vez que reciben una crítica piensan
que una subvención implica contraer un agradecimiento eterno, en el que quienes
reciben el dinero de todos pasan a convertirse en súbditos pelotas de quienes
gobiernan. No tengo ni simpatía ni antipatía por el colectivo del cine
precisamente porque, como en todo colectivo, los habrá apáticos, malos, buenos,
creyentes, celiacos, extravertidos y siesos. Así que ya me huele mal ese empeño
en meter a todo el que trabaja en el cine en el saco de los millonarios de
izquierda frívolos e incoherentes. No se dice que el noventa por ciento de esa
industria está en paro. Ni que la mayoría de quienes trabajan lo hacen en unas
condiciones de explotación que orillan la esclavitud. Conozco casos de
guionistas que están cobrando cuatrocientos euros por cinco meses de trabajo;
de directoras que ruedan anuncios o videoclips musicales por cien euros. Incluso
caras muy conocidas, de pronto desaparecen durante años, o del todo. Sobreviven
de hacer series de mierda o anuncios para empresas detestables, a sabiendas de
que si alguna vez protestan en una gala que medianamente sigue la gente, las
van a crucificar por colaboracionistas de la telebasura o por poner su cara
amable a empresas explotadoras. Como si el resto del país no trabajáramos también
donde podemos, la mayoría en empresas o administraciones abusadoras y
repugnantes.
Aquí, el ministro caricato de Hacienda que, allá su inconsciente, en
cada comparecencia confunde el Parlamento con el Teatro Chino de Manolita Chen,
no sabe quienes se han acogido a su amnistía fiscal pero sí que sabe que hay
actores y actrices que no pagan sus impuestos en España. Como entre chiste y
chiste suyo, esos que tanta gracia le hacen, no se sabe explicar, aún no sé si denunciaba
la obviedad de quienes trabajan fuera del país –que, lógicamente, igual que los
ingenieros o los montadores de tuberías- los pagan en el país donde cobran; o
si, en cambio, estaba revelando un delito fiscal, como el que se juzga en
Valencia sobre el cobro por Julio Iglesias de tres millones en negro supuestamente
pagados por el gobierno popular de esa Comunidad. Pero el cantante no está en
la diana de las calumnias, supongo que no por su proximidad política sino
porque dejó el gremio del cine a tiempo. Con charaditas así, y la encendida
indignación de la corte de tertulianos, que cobran de las microscópicas televisiones
digitales mantenidas por la publicidad institucional de gobiernos del Partido
Popular, se consigue que actrices y actores que no conoceremos nunca nos caigan
personal y rematadamente mal. Porque viven a cuerpo de rey con nuestro dinero. Con
las subvenciones.
Y sí, es un escándalo. Porque
aunque el gobierno popular haya cambiado el sistema de subvenciones, ahora
sobre su rendimiento comercial y no sobre proyectos, se sigue aireando la
demagogia. El 27 de noviembre pasado se publicaron en el BOE las ayudas a la amortización
de largometrajes estrenados durante el año 2010: 34,5 millones. Primera
mentira: esa cantidad no es para subvencionar obras que no ve nadie, sino que se
entrega más dinero a las películas de mayor presupuesto y con mayor taquilla
conseguida. Así, una película tan manipuladoramente izquierdista como Tres metros sobre el cielo (chico violento
conoce chica pija, chica conoce carreras de motos ilegales, chico y chica lo
dejan) obtuvo la mayor cuantía, dos millones.
Segunda mentira: El cine español
vive artificialmente de las subvenciones. En el último año con datos completos,
2010, la industria del cine recibió un total de 92,36 millones de dinero público.
La recaudación en España fue de 80,3 millones, cierto que con una caída de
espectadores, pero recaudó más de 41 millones en el exterior. Eso supone casi
29 millones de euros de beneficio.
Es importante señalar que esa
cantidad es-can-da-lo-sa de los 92,36
millones en subvenciones se entregó a los empresarios de la industria del cine,
no a sus trabajadores. Como no la reciben tampoco quienes trabajan, con menos notoriedad
y por lo mismo menor antipatía pública, en la industria del automóvil o en la
de la energía fotovoltaica. Por cierto, la industria taurina recibió, ese mismo
año, gobernando los socialistas, 564 millones en subvenciones, seis veces más
que el cine. Al actual gobierno popular, tan coherente, le parece insuficiente y ya ha
anunciado un aumento de ayudas a la tauromaquia. Si no los critican, supongo.
Manuel J. Ruiz Torres
Esos son datos y claridad. Genial Manolo, los puntos sobres las íes.
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