miércoles, 6 de mayo de 2015

UN NUEVO AYUNTAMIENTO EN CÁDIZ


Espero con entusiasmo las próximas elecciones en Cádiz. Aparco, de momento, el disgusto de que el cambio que me gustaría para esta ciudad no se presenta como una única opción sino como dos, a las que me cuesta diferenciar. Sé que no soy el único, y tiempo habrá para que cada cual asuma su parte de responsabilidad en que esa unión no se dé aquí pero sea posible en otros sitios. Pero sigo esperanzado.  Elegiré por las personas. En la vida he tomado muchas decisiones por las formas. De hecho, si estoy tan entusiasmado con estas municipales es porque estoy convencido de que van a cambiar las formas. Cuando han deteriorado tanto las formas, recuperarlas supone una enorme profundización en la democracia participativa.

Para empezar, espero una ciudad donde se cumpla la legalidad. Donde, si nada menos que una Ley Orgánica dice que, en periodo electoral, “queda prohibido cualquier acto organizado o financiado, directa o indirectamente, por los poderes públicos que contenga alusiones a las realizaciones o a los logros obtenidos”, no tengamos más una alcaldesa ventajista que haga “visitas técnicas” a la rotonda que construye otra administración de un puente que construye otra administración. Una ciudad donde la nueva alcaldía acatara la reprimenda de la Junta Electoral por no cumplir la legalidad, en vez de hacer victimistas alusiones personales a la presidenta de ese órgano judicial, como si todo fuera un asunto personal con ella. Como espero una ciudad donde la nueva alcaldía no volviera a incumplir, el mismo día de la reprimenda, otra vez la legalidad, visitando el mismo puente con la ministra para anunciar su apertura en agosto. Y, si no cumple una ley orgánica, menos va a cumplir la instrucción que la detalla donde, expresamente, se prohíbe el reparto de folletos o las cuñas en televisión o radio detallando logros, propios o apropiados.

Que alguien gobierne considerando legítimo competir con ventaja sobre las otras opciones, tiene que ver con la vergüenza. Por eso espero un Ayuntamiento de Cádiz donde vuelva la vergüenza. Donde si hace falta una televisión pública sirva a la promoción de la ciudad, no a la carrera personal de quien la gobierne, sea quien sea. Un poco de vergüenza para que ningún concejal esgrima información confidencial de un ciudadano para amenazarlo. Donde el agua, la luz o los aparcamientos, municipalizados, mejoren la calidad de vida de sus usuarios en lugar de financiar lo que no se sabe. Porque recuperar la vergüenza empieza porque dejen de taparse, unos a otros, las desvergüenzas. Por dar explicaciones sobre cómo se gastan lo que es nuestro. Espero que la vergüenza nos traiga, a su vez, un poco de educación en las formas de gobernar. Donde no haga falta gritar para decir que no se está de acuerdo con alguien. Donde no se use el turno final para insultar a los demás, tachados como poco de ignorantes. Donde se admita con sosiego la réplica. Donde no se abandonen los plenos cuando empiezan las intervenciones del público, que no gustan. Porque la educación, entendida como una conquista de lo civilizado y no como un besamanos de súbditos, es sólo una expresión de respeto. Ya puestos, estoy deseando ser gobernado con respeto. Por alguien que cuente no sólo los que la votan sino también los que no la votan. Esa mayoría.


Manuel J. Ruiz Torres

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