Precisamente porque hoy no es 8 de marzo, sino un día más de los otros 364 días, quiero recuperar este antiguo artículo publicado (dentro de la columna semanal "Los Peligros", que mantuve durante cuatro años), en "La Voz de Cádiz" el 8 de marzo del 2005. Es decir, hace once años. Antiguo artículo, que no anticuado ni, por desgracia, obsoleto.
FEMINISTA
El feminismo es un movimiento que
exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Nada más y nada
menos. Sin embargo, demasiados hombres y mujeres se sienten obligados a
aclarar, antes de dar su opinión sobre cualquier injusticia que afecte a una
mujer, que él o ella no son feministas. Como no creo que sean mayoría quienes
defienden que las mujeres tengan menos derechos que los hombres, aunque sea eso
exactamente lo que están diciendo al declararse como no feministas, me parece
que habría que empezar por denunciar cómo muchos interesados han conseguido
manipular y denigrar el uso de una palabra noble. Hay que recuperar para el
lenguaje el sentido de las ideas feministas. Me gustaría, para eso, hacer un
poco de historia. Que la próxima vez que alguien, él o ella, se defina como no
feminista sepa lo que dice.
Feministas eran las sufragistas
inglesas que reclamaban el derecho al voto para las mujeres y cuya organización
fue considerada terrorista por Scotland Yard. Después de encarcelamientos,
huelgas de hambre y la activa colaboración en la I Gran Guerra Mundial
consiguieron el sufragio universal que, en España, salvo el periodo de la II República
y los plebiscitos franquistas, no llegaría hasta 1976. En un país tan
civilizado como Suiza, las mujeres no pudieron votar en algunos cantones hasta
1990. ¿Alguien no feminista defiende que las mujeres no voten?
La nada sospechosa Asociación
Nacional de Mujeres Españolas hacía suyas, en un manifiesto de 1918, algunas de
las otras peticiones de las sufragistas reclamando, entre otros, castigo a los
malos tratos, creación de escuelas públicas suficientes, derecho a ascender en
los destinos, personal femenino en la policía, igualdad ante el adulterio o
derechos para la mujer en el matrimonio, la patria potestad y la administración
de bienes conyugales. Veamos algunas de estas peticiones que, para alguien no
feminista, le parecerán sin duda radicales. Por ejemplo, si la mujer cometía
adulterio una sola vez se le castigaba, pero a los hombres sólo si existía
habitualidad, el amancebamiento. El adulterio se despenalizó en 1978. Si un
hombre sorprendía a su mujer en adulterio y la mataba o le causaba graves
lesiones, delito conocido como uxoricidio, sólo era desterrado; si las lesiones
no eran graves, quedaba sin pena. Esta situación duró hasta 1961.
Si el hombre
maltrataba de obra a la mujer se castigaba con arresto de unos días; a la mujer
se le podía castigar por maltratarlo sólo de palabra. Si una mujer, maltratada
o no, se atrevía a pedir la separación, ya fuera considerada inocente o
culpable, debía abandonar el domicilio, pues la casa era considerada del marido
que, como administrador de los bienes, se quedaba con todo. El divorcio no se
aprobó hasta 1981. La mujer estaba obligada a seguir al marido donde éste
fijase su residencia, dentro de España. Sólo hasta 1975 no se fija el domicilio
por mutuo acuerdo, aunque si no hay acuerdo decide el titular de la patria
potestad, que, hasta 1981, era sólo el marido. Es decir, el único que
legalmente decidía sobre los hijos no emancipados. Al casarse, el marido se
convertía en representante legal de la esposa. La mujer no pudo ser testigo en
un testamento o tutora hasta 1958. El derecho del marido a la administración de
los bienes de la pareja era tal que la mujer no podía, sin su permiso, adquirir
o enajenar bienes, ni disponer de los de ambos, aunque los hubiese aportado
ella, sin la licencia marital. Sólo hasta 1958 no se obliga al marido a pedir
el consentimiento a su esposa para disponer de los bienes inmuebles comunes,
aunque los gananciales los siguió administrando el marido, y sólo en 1981 pasan
a ser administrados por ambos. Esa “licencia marital”, necesaria también para
abrir una cuenta en un banco, trabajar, manejar un automóvil o tramitar un
pasaporte, no desapareció del Código Civil hasta 1975. ¿Este modelo de
convivencia es el que defiende quien dice ser no feminista?. Todavía falta
mucho para la igualdad, pero no hay que disculparse por pedirla con su nombre.
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